La fujicola desplazará a la cocacola

Cuando era pequeño, su padre le enseñó que no hay objetivo que el ingenio criollo combinado con el espíritu de perseverancia de los japoneses, no pueda alcanzar. 

Kenji Gustavo Fujimori no olvidó la lección del ex presidente del Perú, actualmente exiliado en el país de sus antepasados.

En una rueda de prensa celebrada la semana pasada en el Sheraton de Lima, anunció para dentro de unas semanas el lanzamiento de la Fuji-Cola, un producto que, modestia aparte, desplazará del mercado tanto a la Coca-Cola, el «tónico contra la fatiga» que el norteamericano John Pemberton comenzó a distribuir en 1886 entre los mineros de Wyoming, como a la Inca-Coca, la versión peruana de la bebida que más se vende en el mundo.

Kenji, de 24 años, enseño a los periodistas el diseño de la botella, parecido al de un estilizado frasco de perfume y la etiqueta con la imagen de una pagoda y la representación de uno de los templos de Tiahuanocu, la matriz de la cultura incaica. El hijo menor de El Chino, como le apodaban sus compatriotas, anunció que el Instituto Nacional de Defensa del Consumidor y la Propiedad Intelectual (INDCPI) tomó registro de la nueva gaseosa y por añadidura le extendió un permiso para producir zumos de fruta y golosinas.

Kenji y sus socios -dos jóvenes empresarios de familias pudientes- invitaron a la audiencia a visitar la planta de producción que se está terminando de construir en las afueras de la capital.En un principio la fábrica contratará a un número reducido de operarios pero al cabo de un año proveerá de puestos de trabajo a más de 800 desocupados de los barrios marginales.

«La lucha contra la miseria está en la mira de este emprendimiento», expresó Kenji que compareció con el look de los modernos ejecutivos de Estados Unidos donde cursa sus estudios de zootecnia: un par de vaqueros y una chaqueta de lino.

El hijo del político que se encuentra prófugo de la Justicia peruana desde 2000, después de que estallarán como bombas de fragmentación los múltiples escándalos de corrupción en que se vio envuelto junto con su mano derecha, Vladimiro Montesinos, no dijo nada que tuviera que ver con política. En cambio Alberto Fujimori declaró desde Tokio que el lanzamiento de la Fuji-Cola contribuirá a promocionar su regreso a Lima y «apagar la sed del descontento popular, por la pésima gestión de Alejandro Toledo (el actual presidente)».

El nisei (según se denomina a los japoneses nacidos en los antiguos dominios del Inca) insinuó, al hilo de esas expectativas, que el proyecto filial se conjuga con el suyo propio de volver a la política y eventualmente al Palacio de Pizarro, meta de sus ambiciones. Fujimori padre incluso sugirió que el título del anuncio publicitario exprese algo así como: «Fuji-Cola, la gaseosa del retorno».

En su euforia, el hombre que gobernó Perú entre 1990 y 2000 omitió el dictamen del Tribunal Constitucional que lo inhabilita para ejercer cargos públicos antes de responder a la Justicia por los cargos de venalidad y atropello a los Derechos Humanos que se le imputan.

Los empleados recuerdan como una pesadilla la década en que el niño Kenji estuvo alojado en la sede del Gobierno. «En una ocasión metió una boa en las dependencias de servicio», recuerda Alicia Abancay, una gobernanta de 70 años. «Pedía que le llevaran el desayuno a la cama y cuando recibía la bandeja la arrojaba al piso», contó a la revista Caretas un mayordomo que pidió quedar en el anonimato, por temor a que el clan Fujimori vuelva a instalarse en la mansión del poder.

En una ocasión, el hijo del emperador y sus amiguitos se metieron al mar con Puñete, la mascota presidencial. Luego se sumergieron en la piscina del Club de la Fuerza Aérea Peruana (FAP), en Ancón, con el perro embadurnado de arena. Manuel Salazar, vicecomandante de la aviación tuvo la osadía de llamar al consentido del presidente «muchacho de mierda». Al día siguiente, Salazar era expulsado de la FAP por haberse excedido en sus funciones.

El propio Kenji reconoció en una entrevista con el Heraldo de Florida que la caída de su padre -«me consentía demasiado»- le salvó de aficionarse a las drogas; y la necesidad de abrirse paso en sus estudios como cualquier hijo de vecino terminó de reformarle. Dicho esto, no parece probable que el lema publicitario de la Fuji-Cola sea el que sugirió papá.

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