La gran oportunidad de Al Pacino

Cuando el 16 de mayo de 1929 tuvo lugar en el Hollywood Roosevelt Hotel la primera entrega de los Oscar sólo había estatuillas para la mejor actriz, el mejor actor, la mejor película, el mejor director, el mejor director de comedia y la mejor calidad artística de producción. 

Los dos últimos Oscar no volvieron a concederse pero el que se otorga a la interpretación masculina no tardó en convertirse en el galardón más codiciado por casi todos los actores. Unicamente hubo uno, George C. Scott, que lo rechazó, por su trabajo en Patton, el 15 de abril de 1971. Para la sexagésimosexta edición de los Oscar hay cinco nominados en el apartado correspondiente a la mejor interpretación masculina: Al Pacino, por Esencia de mujer; Clint Eastwood, por Sin perdón; Stephen Rea, por Juego de lágrimas; Robert Downey Jr., por Chaplin, y Denzel Washington por Malcolm X. La elección se presenta difícil entre los cuatro primeros, el quinto prácticamente no tiene ninguna posibilidad. 

Ojalá me equivoque pero, aunque cuando Warren Beatty recibió el Oscar a la mejor dirección por Rojos (1982) declaró que en Hollywood no hay problemas para premiar películas que traten del enemigo,yo dudo mucho que los miembros de la Academia de Ciencias y Artes premien nada que tenga nada que ver con la biografía de Malcolm X. Spike Lee, su autor, ha sido mucho menos complaciente que Beatty al contarnos la vida de John Reed, el fundador del PC americano. El trabajo de Denzel Washington ya fue recompensado por la Academia en Días de gloria y esto acaba de restar posibilidades a su actual nominación. Al Pacino y Clint Eastwood son quienes se presentan como favoritos a la preciada estatuilla. El trabajo de estos dos actores nos remite al cine italiano. 

Pacino vuelve a encarnar a ese general ciego al que ya diera vida Vittorio Gassman en Perfume de mujer (1974). En el remake americano de aquella inolvidable película de Dino Risi, el militar, Frank Slade, ha sido degradado a teniente coronel aunque las oportunidades interpretativas que ofrece este simpático personaje siguen siendo las mismas. Esencia de mujer, título con el que Martin Brest, su director, nos cuenta lo que ya nos contara Risi, está muy condicionada por la cinta en la que se basa, del mismo modo que Mis problemas con las mujeres (1983), de Blake Edwards, lo estaba por El amante del amor (1977), del gran Truffaut, original de una misma historia. 

Honestamente esto no ha de ser tenido en cuenta a la hora de valorar a uno de los grandes intérpretes de la pantalla americana actual. Pacino, uno de los más genuinos representantes del antihéroe de los 70, ha sido nominado por sus trabajos en Serpico (1973) y Tarde de perros (1975), ambas de Sidney Lumet; igualmente lo fue por Justicia para todos (1979), de Norman Jewison, amén de por sus intervenciones en la saga de El padrino. Incomprensiblemente no ha obtenido ningún Oscar todavía. Clint Eastwood, para desquitarse de su supuesta falta de calidad, ha decidido ser el implacable Bill Munny de su Sin perdón, que tanto nos recuerda a los forajidos que interpretara para el entrañable Sergio Leone. 

De ahí que esta nominación también nos remita a su majestad el cine italiano. Nada más acertado por parte de Eastwood que elegir para su autorehabilitación el mismo tipo por el que los pacifistas de pacotilla le condenaron a ser casi igual que el execrable Sylvester Stallone. Hay un añadido que jugará mucho en favor de este actor: el western es el más cinematográfico de todos los géneros, siendo tan querido en Hollywood como en mi corazón. Stephen Rea y Robert Downey Jr. no han adquirido aún una trayectoria tan dilatada como la de sus colegas más veteranos. El primero ha sido nominado por su trabajo en Juego de lágrimas. 

Además de su buen hacer, del que ya diera cuenta en Angel y En compañía de lobos, ambas de Neil Jordan -también su director en esta ocasión, el personaje que interpreta, Fergus, un militante del IRA, es de los que caen simpáticos en Hollywood, donde los irlandeses han sido fundamentales y gustan tanto como los confederados. De hecho, Juego de lágrimas, ya se ha convertido en uno de los grandes éxitos de la temporada cinematográfica. Robert Downey Jr., sin embargo, no tiene tantas posibilidades. Podrá parecer mentira pero el magistral Charles Spencer Chaplin, a quien interpreta, además de ser inigualable, fue persona no grata en Hollywood. La pasión por las mujeres del maestro siempre escandalizó al país más matriarcal y puritano del planeta. Richard Attenborough, el osado director que se ha atrevido con la vida de Chaplin, es un hombre de probada buena voluntad cuyos resultados no suelen ser frecuentemente todo lo satisfactorios que debieran. 

Eligió a su actor básicamente porque buscaba un rostro a quien el público no identificara con anteriores personajes. Robert Downey Jr. se ha puesto el listón demasiado alto al encarnar al hombre cuya sola imagen representa al cine entero, si bien es cierto que cuenta con el beneplácito de Geraldine Chaplin no sé yo cómo verán los miembros de la Academia las licencias que el maestro se tomaba en ciertos aspectos y que Richard Attenborough ha subrayado.

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